domingo, 17 de febrero de 2013

Religionenlibertad - Con los pobres tuve la certeza de que Dios existe, de que es amor... ¡y quedé muy sorprendido!


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Kiko Argüello explica su experiencia a «Famiglia Cristiana»
«Con los pobres tuve la certeza de que Dios existe, de que es amor... ¡y quedé muy sorprendido!»
Kiko ya había abandonado sus lecturas nihilistas: Nietzsche, Sartre, Camus... pero sus preguntas sobre el mal le atormentaban. La respuesta no fue intelectual, fue vivencial, en las chabolas.
Actualizado 8 febrero 2013 
Famiglia Cristiana  
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[Este jueves 7 de febrero comenzó a distribuirse en Italia la versión italiana del best seller El kerigma, de Kiko Argüello (Buenas Letras). Ha sido publicado por la editorial San Paolo y a la gran expectación con la obra ha responido la revista Famiglia Cristiana con una extensa entrevista que reproducimos a continuación en su integridad.]

Habla como pinta. Destila palabras y silencios con el mismo estudiado cuidado que utiliza al escoger los objetos, los colores y la luz de sus cuadros. Francisco José Gómez Argüello, conocido por todos simplemente como “Kiko”, cuenta su historia y la del Camino Neocatecumenal en el Centro Internacional Siervo de Yavé de Porto San Giorgio, en la provincia de Fermo, ante un cuadro en el que ha pintado los principales hechos de la vida terrena de Jesús, desde el pesebre de Belén al sepulcro vacío, sello de la Resurrección; más de veinte metros de historia sagrada que por tramos y por proximidad cromática parecen un compendio de la pintura occidental, desde Giotto a Matisse, pasando por Picasso.

Pobreza, embrutecimiento moral, sustancial ignorancia de Dios: el Camino Neocatecumenal comenzó a tomar forma en los años sesenta en la periferia más mísera de Madrid.

-¿Qué llevó a un burgués de buena familia como usted a irse a vivir a un lugar como aquél?-A lo largo de mi vida he tenido varios encuentros con el Señor. Uno de los más importantes fue allí, ante el sufrimiento de los inocentes. Yo tenía mi estudio de pintor junto a la plaza de España en Madrid. La Navidad solía festejarla con mis padres. Un año entré en la cocina y vi a la mujer que trabajaba en casa de asistenta, llorando.

- ¿Qué había ocurrido? 
- Su marido era alcohólico. Pegaba a sus hijos. El mayor se había enfrentado a él alguna vez con un cuchillo. Estaba aterrorizada por la idea de que se mataran. Yo no sabía cómo ayudarla. ‘Venga a hablar con mi marido’, me pidió. Fui y quedé impresionado por el lugar donde vivían: un arrabal polvoriento y sucio.

Yo, que me había vuelto a acercar a la fe y a la Iglesia, pero que seguía atormentado por miles de dudas, los acompañé a los Cursillos de Cristiandad. Él quedó sorprendido al verme hablar de Jesucristo. Aceptó lo de intentar dejar la bebida, cosa que consiguió unos meses más tarde. Luego, lamentablemente, volvió a las andadas. Trabajaba de barrendero. La costumbre era tomarse una copa al final de la jornada. Pero las copas empezaron a ser dos, luego tres… cuatro… Cuando volvía a casa borracho se volvía violento. Su mujer entonces me llamaba, y yo era el único que la escuchaba. Pero aquello no podía seguir así.

- ¿Y qué hizo?
- Pensé que Dios me estaba pidiendo que me fuera a vivir con aquella familia, ayudándole a él a mantener el trabajo y a vencer la esclavitud del alcohol, y defendiendo a los más débiles de la casa: aquella mujer y sus hijos. Y sin darle más vueltas, me fui. La cocina estaba llena de gatos. La miseria y la degradación reinaban dentro y fuera. Yo estaba atormentado: ¿por qué aquella gente sufría tanto? ¿Por qué Dios permitía aquel calvario? Mi mente y mi corazón estaban heridos por los conceptos de los que, en mi periodo agnóstico, consideraba mis maestros: Friedrich Nietzsche, Albert Camus y Jean- Paul Sartre.

-¿Qué quiere decir exactamente?
- Parafraseando a Nietzsche, se podía afirmar: si Dios no quiere ayudarlos, es que es un monstruo; y si no puede, es que no existe. Frases envenenadas. ¿Podía Dios ayudar a aquella mujer o no? ¿Y si podía, por qué no lo hacía? ¿Dios existe? Al final abandoné todas estas preguntas.

¿Sabes lo que vi? En aquella mujer vi a Cristo, de la misma manera que he visto a Cristo en la mujer con párkinson, abandonada por su marido y con un hijo demente que por allí cerca arrastraba una existencia miserable, viviendo de limosna. Vi el misterio de Cristo que carga sobre sí el dolor del mundo y lo redime.

La búsqueda intelectual y filosófica de Dios me habían me habían hecho encallar. El encuentro con los pobres, los marginados, los enfermos; el vaciamiento interior progresivo, las humillaciones: fue entonces cuando Dios se manifestó. Tuve la íntima certeza de que existía. Y de que era amor. Y me quedé enormemente sorprendido, lo digo sinceramente. De pronto me sentí apaciguado, sereno. Y libre. ¡Si Dios existe, yo también existo! Después me llamaron para hacer el servicio militar y me mandaron a África.

- Y cuando volvió a Madrid se fue con los gitanos…
- Un asistente social me indicó la zona de Palomeras Altas, donde, entre muchas otras, había una chabola de tablones de madera. Me dijo, métete ahí. Y me mudé con una Biblia y la guitarra. Y allí, entre gitanos, prostitutas y desechos humanos comenzó todo.

Era el año 1964. Yo quería vivir en las chabolas como Charles de Foucauld, en contemplación, adorando a Jesús crucificado en los más pobres. Pensaba: si mañana Cristo volviese me gustaría que me encontrara al pie de los inocentes, crucificados por los pecados de los demás. Así fue como me quedé a vivir entre los pobres.

-Pero no siguió en los Cursillos de Cristiandad, ni se hizo Hermano de Charles de Foucauld, sino que dio inicio al Camino. ¿Cómo ocurrió? 
-Debo mucho a ambas experiencias. Creo poder decir que fue Dios el que quiso que yo, junto a otros, sobre todo a Carmen Hernández, que ha sido tan importante por su formación teológica y misionera, pudiese poner en marcha una nueva síntesis teológico–catequética.

Los pobres nos han obligado a elaborar nuevas formas de predicación. Una vez, un patriarca gitano me llevó a una cueva ennegrecida por el humo de las velas y del carbón que utilizaban para calentarse. Me pidió que hablara de Dios ante un grupo de gitanos que se habían reunido allí. Yo me sentía indigno y me resistía. Pero su madre fue tajante: ‘¿Ha visto alguna vez a un muerto volver del cementerio? Mi padre está bajo tierra, y también mi abuelo. ¿Ha visto usted a alguno de ellos regresar con vida? ¿No? Entonces no le escucho’.

Aquella mujer me ayudó, a mí y a todos nosotros, a redescubrir el kerygma, palabra griega con la que se indica el corazón del mensaje evangélico: el anuncio del Dios que se hace hombre, muere y resucita para nuestra salvación.

- ¿Qué es el Camino?

- Es una iniciación cristiana. Frente a un mundo completamente secularizado que ha perdido a Dios es necesario comprender a fondo qué significa creer. El Camino tiene diversas etapas y puede durar hasta treinta años, el tiempo que separa el nacimiento de Jesús del inicio de su predicación pública. Baja mucho a lo concreto.

¿Cómo se manifiesta la naturaleza divina que hemos recibido como don? ¿Acaso pensamos que es suficiente con ir a misa los domingos o rezar de vez en cuando? Por ejemplo: ¿cómo vivimos la llamada al perdón de los enemigos y a no oponer resistencia al mal? Todo el Camino se funda sobre la palabra de Dios, sobre la liturgia y sobre la comunidad, tres realidades indisolublemente ligadas a las que llamamos el trípode.

-Y pone mucha atención en las familias…
- Es uno de los ejemplos más bellos de relación de amor. El Camino cuenta con 842 familias enviadas en misión a los diversos continentes, hijos incluidos. Unas cincuenta de ellas están en China.

- Hace años algunos dijeron que repetíais el Bautismo...
- No. Pero sí es cierto que profundizamos en los diversos ritos que componen el Bautismo para que todos sean conscientes de lo que significa y de lo que conlleva ser criaturas nuevas en el Señor.

- Estáis arraigados en muchas parroquias. Y aquí y allá surgen problemas…
- Nosotros ofrecemos nuestra experiencia y estamos listos para colaborar con los párrocos que, por otra parte, saben que pueden contar con nosotros, porque somos puerto de amarre de muchos no creyentes, los llamados alejados. Las incomprensiones, cuando se dan, nacen a menudo del desconocimiento de quiénes somos verdaderamente, y de qué es lo que hacemos. Y esto vale también para los obispos que nos hostigan. La Iglesia, madre y maestra de todos, nos ha seguido y alentado en las personas de los Papas de los últimos decenios: Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.

-¿Y con las demás realidades eclesiales cómo se llevan? ¿Hay colaboración, competitividad, o desencuentro? 
-Estamos en comunión con Comunión y Liberación, el Opus Dei y tantas otras realidades, incluidas la Comunidad de San Egidio y los Focolares. Ciertamente, si alguna realidad deja de tener como brújula la Biblia y el Magisterio y escoge puntos de referencia más mundanos o políticos, no nos tendrá de su lado.

-¿El arte es un camino o un obstáculo para llegar a Dios?
-El arte es una manifestación, una expresión del amor. El arte es relación. Y nos remite a la relación en la cual se funda la Trinidad. Y la Iglesia. Tomemos ejemplo de la creación tal como nos viene presentada por el libro del Eclesiástico, capítulo 42: Todas las cosas van de a par, una enfrentando a la otra; el Señor no ha hecho nada imperfecto. La una destaca a la otra: ¿quién se cansará de contemplar su gloria?

En mi evolución personal estoy intentando conjugar al máximo la pintura occidental con la oriental, fascinado por esta última que no tiene perspectiva, ni punto focal, ni calcula proporciones, que no se presenta como una ventana entreabierta por la que podemos mirar de reojo lo sagrado, sino, –cómo decirlo– que comunica con serena certeza una noticia: Dios existe, se presenta, aquí lo tenéis.

- ¿Cómo estáis viviendo el año de la fe?
- Alternando la actividad ordinaria con los eventos especiales. Queremos anunciar el evangelio en la calle. Entre Pascua y Pentecostés, solo en Roma lo haremos en más de cien plazas.

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