domingo, 19 de mayo de 2013

Dones del Espíritu Santo: Temor de Dios (7)

Estamos en PENTECOSTES, os invito a reflexionar sobre este punto:

Tagle Moreno Hugo, padre de Schöenstatt | categoría
Virtudes como frutos del Espíritu Santo | tema



Escritores actuales | comunidad
Tagle Moreno Hugo, padre de Schöenstatt | categoría
Virtudes Cotidianas | tema
 
Crecimiento en la fe: Las Virtudes Crecimiento en la fe: Las Virtudes 
Se habla tanto de las virtudes, pero ¿Qué es una virtud?

La virtud de oro: la prudencia La virtud de oro: la prudencia 
El valor de la prudencia nos hace tener un trato justo con los demás.

Paz en el alma: El reposo interior Paz en el alma: El reposo interior 
El alma serena es siempre bella

La presencia que no defrauda: La fidelidad La presencia que no defrauda: La fidelidad 
Cuando somos felices nuestra persona se perfecciona por la unión con la felicidad del otro.

Un descanso seguro: La fortaleza Un descanso seguro: La fortaleza 
Nos da la capcidad de traspasar montañas y barreras...

Con “ánimo grande”: La magnanimidad Con “ánimo grande”: La magnanimidad 
Es la virtud que da más de lo que cree dar.

El valor de la transparencia: La honestidad El valor de la transparencia: La honestidad 
Una virtud que llena de armonia la personalidad.

El justo equilibrio: la templanza El justo equilibrio: la templanza 
Virtud que garantiza el dominio de sí mismo.

Generosidad ante todo: El desprendimiento Generosidad ante todo: El desprendimiento 
Nos ayuda a reconocer que existen otros con grandes necesidades...

Sufrir y alegrarse con el otro: La compasión Sufrir y alegrarse con el otro: La compasión 
Acompañar al otro en su dolor es una de las virtudes que nos hace muy cercanos a Dios.

Una mano siempre oportuna: el consejo Una mano siempre oportuna: el consejo 
Esta virtud nos ayuda a mejorar nuestra comprensión hacia los demás, y crecemos en sencillez para aceptar y agradecer los consejos que recibimos.

Con los ojos de Dios: La justicia Con los ojos de Dios: La justicia 
la justicia implica un apoyo continuo, total, entre todos (sin ninguna exclusión) los miembros de la sociedad.

Dejarse moldear: La docilidad Dejarse moldear: La docilidad 
La virtud de la docilidad nos regala la sencillez...
http://es.catholic.net/escritoresactuales/861/3110/articulo.php?id=39901
Autor: Padre Hugo Tagle Moreno | Fuente: Catholic.net
Dones del Espíritu Santo: Temor de Dios (7)
No se trata de un miedo, ni distancia, sino el humilde reconocimiento de la infinita grandeza del Creador.
 
Dones del Espíritu Santo: Temor de Dios (7)
Dones del Espíritu Santo: Temor de Dios (7)


El séptimo don del Espíritu Santo es el temor de Dios. No se trata de un miedo, ni distancia, sino el humilde reconocimiento de la infinita grandeza del Creador. Es temor a ofender a Dios, reconociendo la propia debilidad. Sobre todo: temor filial, que es el amor a Dios. El alma se preocupa de no disgustarlo, de "permanecer" y de crecer en la caridad (cfr Jn 15, 4-7).

La Sagrada Escritura afirma que “el principio del saber, es el temor de Yahveh” (Sal 110/111). Pero ¿De que temor se trata? No ciertamente de ese “miedo” que evita pensar o acordarse de El, como de algo que turba e inquieta. Ese fue el estado de ánimo de nuestros progenitores después del pecado, que los llevó a “ocultarse de la vista de Yahveh entre los árboles del jardín” (Gen 3, 8); este fue también el sentimiento del siervo infiel de la parábola, que esconde bajo tierra el talento recibido (cfr Mt 25).

Juan Pablo II señala: “Aquí se trata de algo mucho más noble: es el sentimiento sincero que el hombre experimenta ante la inmensidad de su Creador, especialmente cuando reflexiona sobre las propias infidelidades y sobre el peligro de ser “encontrado falto de peso” (Dn 5, 27) en el juicio eterno, del que nadie escapa. El creyente se presenta ante Dios “con el espíritu contrito y con el corazón humillado” (cfr Sal 50/51, 19), sabiendo que debe atender a la propia salvación “con temor y temblor” (Flp, 12). Sin embargo, esto no significa miedo irracional, sino sentido de responsabilidad y de fidelidad a su ley”.

El Espíritu Santo asume todo este conjunto y lo eleva con el don del temor de Dios. Ello no excluye la trepidación que nace de la conciencia de las culpas cometidas y de la perspectiva del castigo divino, pero la suaviza con la fe en la misericordia divina y con la certeza de la solicitud paterna de Dios que quiere la salvación de todos.

Es un recordatorio ante la facilidad con que, a veces, transgredimos la ley de Dios. La Santísima Virgen ante el anuncio del mensaje del angel “se conturbó” (Lc 1, 29). Aún trepidante por la inaudita responsabilidad que se le confiaba, supo pronunciar el fiat de la fe, de la obediencia y del amor.



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