http://www.mscperu.org/matrimofam/1matrimonio/1catTeolCuerp/teolcuer07.htm
CATEQUESIS
SOBRE LA "TEOLOGÍA DEL CUERPO" EN JUAN PABLO II
SOBRE LA "TEOLOGÍA DEL CUERPO" EN JUAN PABLO II
6 ALGUNAS DIFICULTADES EN EL MATRIMONIO
ARMONÍA SEXUAL Y COMUNIÓN
Como hemos visto en la "Teología del cuerpo", el aspecto más importante de matrimonio es la comunión de los esposos que, por la gracia del Sacramento, se donan totalmente el uno al otro en la entrega del propio cuerpo, de la propia sexualidad, y es en este contexto de mutuo amor en el que Dios ha querido llamar a la existencia a nuevas criaturas, llamadas a transformarse en hijos de Dios para la eternidad.
Pero es justo en el campo de la comunión y del acto conyugal que lo expresa donde se encuentran tal vez unas dificultades, ya que amar al otro significa querer su bien, amarlo como es, también con sus límites y defectos, lo que conlleva un morir a sí mismos.
Por esto en la Catequesis sobre los Tres Altares de la familia, en la Traditio, se invita a los esposos a vivir con un particular respeto el acto conyugal, como algo sagrado, porque a través de él Dios comunica la vida.
Recuerdo algunos aspectos de esa Catequesis: "En la familia cristiana, hay tres altares.
El primer altar es el altar de la Eucaristía, donde Cristo se ofrece para que podamos pasar de la muerte a la vida.
El segundo altar es la mesa de la familia cristiana; en ella nosotros los cristianos bendecimos al Señor, le damos gracias por el pan, por el vino, por el alimento que él nos ha dado.
El tercer altar es la cama matrimonial, el tálamo nupcial.
Una cosa que hemos visto es que muchos matrimonios no funcionan bien porque no realizan el acto sexual conforme a la voluntad de Dios. Esto es fuente de muchísimos sufrimientos e insatisfacciones de todo tipo: sexuales, afectivas, etc.
Hay un misterio en la naturaleza. Como veis en la Escritura, todo lo que respecta a la vida debe estar rodeado de santidad, porque Dios es la vida. En este sentido, el acto sexual conyugal es algo santo, sagrado. Por esto dice la Iglesia que, de por sí, en el pecado de lujuria no hay materia leve. Con la sexualidad, en efecto, no se puede jugar ni bromear, porque a través el acto sexual se da la vida, se engendra a una persona humana. Mediante el acto sexual, vosotros cónyuges sois colaboradores de la santidad de Dios al transmitir, al dar la vida[1].
Hoy esto está amenazado gravemente. Destruido el fundamento sacramental del matrimonio, es también destruida la familia. Si se destruye el fundamento del sacramento, inmediatamente el matrimonio pierde la fuerza, se debilita, no está ya sostenido por la gracia de Jesucristo para superar las dificultades. El otro, de hecho, es siempre uno que de cualquier modo te destruye porque diferente de ti.
Una cosa que amenaza enormemente el sacramento del matrimonio es la concepción falsa de la sexualidad: la sexualidad en función solo de procurarse el placer. Hoy, con la permisividad sexual, el erotismo, la pornografía, la prostitución, etc., los mass media (televisión, cine, publicidad, revistas, etc.) nos bombardean continuamente en este sentido: la sexualidad es presentada como mero instrumento para procurarse placer libremente"[2].
Por esto, en el Camino neocatecumenal debemos ayudar a las parejas a realizar santamente el acto sexual, de modo que el lecho matrimonial sea verdaderamente un altar. No es fácil, pero tenéis la gracia del Espíritu Santo, que habéis recibido en el sacramento del matrimonio. Si os ponéis delante del Señor, como Tobías y Sara, veréis que Él os ayuda con su gracia y experimentaréis la acción de Dios en vosotros.
El placer sexual en el acto conyugal es un don maravilloso que Dios ha puesto dentro de este acto de donación mutua, de unión amorosa abierta a la vida y sostenida por el Espíritu Santo[3]. Así como en el acto de comer Dios ha puesto un gusto, en el acto matrimonial Dios ha puesto la atracción sensual entre el hombre y la mujer y el placer sexual como dones maravillosos. Vosotros esposos recibís una ayuda particular de Dios, una fuerza, una gracia sacramental del Espíritu Santo para vivir esto en la santidad.
Por eso debéis tener un gran respeto al acto sexual conyugal.
Ninguna pareja debe hacerlo sin primero ponerse delante de Dios y haber rezado, porque también el acto sexual conyugal, este modo de donarse mutuamente del esposo y de la esposa, es signo de la donación de Cristo a su Iglesia y de la Iglesia a Cristo: dos en una sola carne. Ahí aparece la unidad, la comunión de Dios y del hombre, no a través de una imagen solo espiritual, sino a través de una unión física.
Atención por tanto a no caer en ciertos errores graves. Algunas mujeres hacen chantaje sexual a su marido. Le dicen: "Yo me entrego sexualmente a ti si me demuestras que me amas siendo como yo quiero. Hoy no has sido suficientemente amable conmigo; me has hecho esto y aquello, que sabes que no soporto. Hoy, por tanto, nada de nada. No quiero. Así aprendes". Por otra parte, algunos maridos no tienen ningún respeto a la mujer. Piensan solo en sí mismos. Exigen egoístamente que la mujer esté siempre a su disposición, sin mirar cómo se encuentre ella.
El acto sexual conyugal es un don que Dios os ha dado precisamente para ayudaros en vuestro matrimonio, en vuestra unión espiritual y afectiva. Por eso debéis hacerlo. Aquellos de vosotros que, por diversos motivos, pasáis mucho tiempo sin hacer el acto sexual conyugal, ponéis en riesgo vuestro matrimonio, porque no vivís el sacramento como Dios lo ha pensado y querido[4]. ,
Algunos no lo hacen, o no lo hacen según la voluntad de Dios, porque están cerrados a la vida, porque no quieren hijos: no quieren, con su unión, ser colaboradores de Dios en la transmisión de la vida[5], recibiendo los hijos que Dios les quiera dar. Sin embargo, ésta es una de las condiciones del sacramento del matrimonio en el cual os habéis comprometido delante de Dios y de la Iglesia. Si hacéis esto, perdéis la gracia de Dios. Por ejemplo, si usáis el preservativo, destruís el acto sexual y lo que significa el sacramento del matrimonio. En lugar de recibir la gracia de Dios, el Espíritu Santo, el amor entre vosotros, estáis sembrando frustración, angustia, odio entre vosotros. Entonces el acto sexual es fuente de lo contrario: de perversión, de egoísmo, de lujuria, de puro placer. Dios instituyó las cosas de un modo maravilloso y nos llama a reconstruirlas, porque el pecado destroza también nuestra sexualidad.
"Es cada vez más apremiante la tentación de evadirse del matrimonio. Ahí es donde puede presentarse el adulterio como un medio -vano e ilusorio- de poner remedio a lo que es sentido como un fracaso o donde los compromisos, sean del tipo que sean, pueden presentarse como vías de autorrealización fuera del propio matrimonio. La mujer se volverá con los mejores pretextos hacia las satisfacciones maternales, caritativas, apostólicas, espirituales. El hombre se sentirá más inclinado a proyectarse en el activismo profesional, en el compromiso social, asociativo o político. Cuando experimentan un sobresalto espiritual, los esposos pueden sentir la tentación de recuperar la amistad divina por separado, al margen de su comunidad conyugal, en cierto modo a pesar de su matrimonio. Tenemos aquí una ilusión monumental y un error radical, puesto que, por estar llamados a la vocación del matrimonio, es en su matrimonio, y no contra él o "a pesar de él, donde están llamados a vivir su comunión con Dios. Es a través de su matrimonio como están llamados a una fecundidad no sólo física, sino también espiritual, apostólica, caritativa o social”[6].
Algunos casos particulares de dificultad
No podemos no adelantar algunas aclaraciones concernientes a las relaciones conyugales, cuando uno solo de los dos vicia el acto conyugal con prácticas onanistas. ¿Cómo se deberá comportar el otro cónyuge y cuál será la responsabilidad moral? Tomaremos en consideración algunos casos:
Caso I.- Cuando el acto conyugal, iniciado normalmente, es interrumpido por uno de los dos cónyuges para evitar la eventualidad de la generación, si el otro cónyuge no lo ha pedido, o no ha causado la interrupción (aunque sea con acuciadas recriminaciones sobre el número de los hijos), no es culpable y puede gozar de la natural alegría derivante del acto conyugal, siempre que disienta interiormente y, según la posibilidad, también exteriormente, de la conclusión onanista del acto
El cónyuge puede aceptar recuperar en el acto conyugal y puede también tomar la iniciativa en caso de necesidad, a pesar de que sea previsible que el otro terminará con interrumpirlo. Al comienzo del acto, en efecto, no existe nada que sea ilícito y pues la cooperación o la iniciativa puede ser justificada por un motivo razonable, cual evitar la discordia, el temor a que el otro cónyuge peque de adulterio y se aleje de la familia, o la necesidad de aquietar sus propios sentidos excitados.
...Esta doctrina, enseñada repetidamente por la S. Penitenciaría, fue mas solemnemente confirmada por Pío XI en la Encíclica Casti Connubii: "Y bien sabe además la santa Iglesia que no raras veces uno de los cónyuges sufre más bien el pecado, en lugar de ser su causa, cuando por razón verdaderamente grave permite la perversión del orden debido al orden debido, a la cual tampoco consiente y de la que pues no es culpable, siempre que, recordando también en tal caso las leyes de la caridad, no descuide disuadir al cónyuge del pecado y alejarlo del mismo".
Caso II: Consideramos ahora el caso en que el acto conyugal no es iniciado normalmente, es decir es privado, artificiosamente y desde el comienzo de su natural capacidad generativa, como acontece cuando el hombre hace uso de los llamados "preservativos". En tal caso la doctrina moral exige por parte de la esposa una decidida resistencia también física, de la cual puede desistir solo para evitar un mal muy grave. Padecería entonces la acción inmoral, pasivamente sin ninguna participación voluntaria ni en el acto ni en el deleite físico que podría derivar.
En tales circunstancias, en efecto, se trataría de un acto radicalmente inmoral al que no se puede voluntariamente ni cooperar, ni participar. Sin embargo puede subyacer a esto para evitar un mal gravísimo, sea físico sea moral (por ejemplo, una seria amenaza de abandono o de adulterio permanente). Pero también en ese caso el comportamiento de la esposa debería ser pasivo, como cuando se padece una violencia, a la que, por razones muy graves no se puede oponer resistencia.
Tentación de recurrir a la nulidad del matrimonio
Una última observación la quisiera dedicar a la fácil tentación de recurrir al proceso de nulidad del matrimonio. Si el noviazgo no ha sido vivido seriamente y quizá detrás de la euforia de los sentidos no se hayan preparado cristianamente al gran paso del matrimonio, que implica todo si mismo y toda la vida, frente a las inevitables dificultades que antes o después se manifiestan en el aceptar al otro por lo que es, también con sus defectos y pecados, se dan casos en que los jóvenes esposos ponen en discusión la validez de su propio matrimonio y dicen querer someter a la Iglesia (a un Tribunal Eclesiástico) la propia situación en la esperanza de una futura declaración de nulidad del matrimonio.
A la luz de los discursos del Papa Juan Pablo II a la Sacra Rota en los últimos años, aparece de forma muy clara que ésta es una tentación, y en la mayoría de los casos, así tiene que ser considerada.
La Iglesia, en casos gravísimos en los que está en peligro la incolumidad física de uno de les cónyuges o de los hijos, admite la posibilidad de una separación, pero tomando esta como una medida temporal, hasta que no cese la situación de amenaza, y siempre que el cónyuge amenazado mantenga la disposición y el deseo de recomponer en cuanto sea posible la unidad familiar.
Para otras situaciones, hasta en el caso de la presencia de algunos elementos que se considera invaliden el matrimonio, sobre todo cuando se trata de un matrimonio con hijos, o ya llevan casados muchos años, el Papa presenta la posibilidad de convalidar el matrimonio.
El verdadero problema, como dijo más veces el Papa Juan Pablo II, es que "quien no toma su cruz no puede ser mi discípulo". Sin una visión de fe de la cruz gloriosa en Cristo Jesús, no hay, verdadero amor[7]. Y si se piensa que descargando la cruz de un matrimonio se sea más libres para afrontar otro matrimonio, bien pronto se darán cuenta del engaño del demonio, porque aunque en formas distintas se volverá a proponer nuevamente la cruz[8].
EL NOVIAZGO
Como habíamos expuesto en la Convivencia de principio de curso de 1997, presentando el Documento del Pontificio Consejo para la Familia "Sexualidad humana: verdad y significado[9]" incumbe en primer lugar a los padres el derecho-deber de transmitir la fe a sus propios hijos, derecho y deber que no pueden ser delegados a otros (Estado o Iglesia), que pueden desarrollar un papel de subsidiariedad. En el documento mencionado se habla cómo la primera educación sexual se da dentro de la familia, sobre todo por el testimonio de los padres, por el clima de mutuo respeto, también en la práctica de un sano pudor tanto en el vestir como
- en la forma de portarse y en la visión de espectáculos en la televisión. El padre y la madre, sobre todo en el tiempo de la adolescencia ayudarán a los hijos o a las hijas a asumir su propia sexualidad a la luz del plan del amor de Dios. Es en el seno de la familia_ cristiana que nace y madura la vocación al matrimonio o a la vida consagrada.
Los padres ayudarán a sus hijos a discernir la propia vocación y a prepararse para responder con generosidad a la llamada de Dios.
Se trata de una verdadera elección de vocación. Es necesario prepararse al estado conyugal, a su misión. Son muchas las iniciativas que se toman en todas las Iglesias.. Pensemos, por ejemplo, en los cursillos de preparación al matrimonio. Sin embargo estos por sí solos no son suficientes. ¿Os acordáis lo que decía Sto. Tomás de Aquino? Él comparaba las dos las dos vocaciones, la sacerdotal y la conyugal. Ahora como vosotros sabéis, la preparación al sacerdocio es larga. .¿Y la preparación al matrimonio? ¿Puede reducirse a cuatro o cinco encuentros? Es necesaria una profunda preparación espiritual hecha de oración, de prolongada meditación sobre la gran doctrina cristiana del matrimonio.
El matrimonio es algo muy serio[10], de lo que depende en larga medida la felicidad de la propia existencia.
Existen en la Iglesia dos sacramentos que son muy parecidos entre ellos: el sacramento del Orden y el sacramento del Matrimonio. Éstos, en efecto, consagran a los que los reciben a una vocación, a una misión, a una tarea en la Iglesia y para la Iglesia. ¿Qué tarea, qué misión? El don de la vida: ésta es la maravillosa misión tanto del sacerdote como de los esposos. La diferencia es la siguiente: el sacerdote dona la vida espiritual; los padres tanto la vida física como la vida espiritual. Existe así una vocación sacerdotal y una vocación conyugal; existe una misión sacerdotal y una misión conyugal; existe un estado sacerdotal en la Iglesia y un estado conyugal. La Iglesia se construye sobre la base de estos dos sacramentos y de estas dos misiones[12].
Así decía el gran teólogo Sto. Tomás:
"Hay algunos que engendran y conservan la vida espiritual (de los fieles) mediante una tarea (ministerio) solamente espiritual: esto compete a quien ha recibido el sacramento del orden. Hay algunos que engendran y conservan la vida espiritual a través de una tarea física y espiritual. Esto compete a quien ha recibido el sacramento dei matrimonio, mediante el cual el hombre y la mujer se unen para engendrar los hijos y educarlos al culto de Dios" (Contra Gentes N, 58, 3974).
Descubrir a la mujer o al hombre que Dios ha designado para ti: Dios intermediario (Tobías)
La cosa más importante, para aquellos que sienten la llamada al matrimonio, es buscar, pedir a Dios encontrar y desposar a aquella o aquel que Él mismo ha preparado ara nosotros: hacer de Dios el mediador de nuestro matrimonio, como dice S. Juan Crisóstomo[13].
"El noviazgo es el tiempo del «discernimiento» en este sentido rigurosamente teológico: discernir la voluntad de Dios acerca de la mujer/hombre que Dios quiere donarme como esposa/esposo.
"Ya que el sacramento es celebración que concierne a personas concretas, es Dios mismo el que une a Juan y a María, a Pedro y a Marta... es decir, es Dios mismo que mediante los santos signos sacramentales entrega María a Juan y, recíprocamente, Pedro a Marta. Y sólo Dios puede realizar en raíz tal don, ya que - como enseña Pablo - no nos pertenecemos a nosotros. mismos. María, Marta, Juan... asienten para ser donados (consentimiento matrimonial). Pienso que lo que dijo Jesús «lo que dios ha unido...» haya que tomarlo en toda la verdad de lo que dice: el vínculo conyugal está puesto en ser por el Padre mismo mediante el signo sacramental, siempre - suppositis supponendis - eficaz. Es ésta la razón más profunda de la fidelidad e indisolubilidad matrimonial" (Mons. Carlo Caffarra).
El matrimonio de Tobías y Sara: paradigma del noviazgo y del matrimonio cristiano
Quisiera dedicar a los jóvenes novios que se preparan seriamente al matrimonio dentro de las comunidades neocatecumenales, estas páginas que resumen el Cantar de los Cantares y el matrimonio de Tobías y Sara, para que puedan vivir y transmitir la belleza del amor vivido en el Señor.
En primer lugar hago notar cómo en varios personajes bíblicos se ve claramente que es el Señor mismo el que prepara los matrimonios: Isaac dejará a su padre Abraham, anciano, y acompañado por el siervo fiel irá al encuentro de Raquel que será su esposa. Después Jacob será enviado por su madre a buscar a la mujer que Dios había preparado para él entre las hijas de su tío Labán. También Isaac deberá dejar su casa, para casarse finalmente con la mujer que Dios había designado para él: Lía.
En el libro de Tobías es un ángel el que lo guía por el camino para encontrar su esposa, la que Dios le había preparado:
"El matrimonio de Tobías y Sara nos muestra cómo la pureza del corazón ,, la actitud de castidad pueden -por medio de la gracia de Dios- hacer el amor de los esposos "más fuerte que la muerte. El matrimonio de Tobías y de Sara constituye así una esperanza para el hombre histórico, es decir, para el hombre sometido al reinado de la concupiscencia: la gracia de Dios triunfa sobre el pecado y sobre la muerte. En este sentido, este matrimonio es una anticipación de la Redención del cuerpo llevada a cabo por Cristo.
Recordemos esta historia. El ángel Rafael, que todavía no se ha revelado como tal, -conduce a Tobías, a casa de Ragüel, cuya hija única, Sara, ya se ha casado siete - veces. En cada una de ellas ha muerto el marido en la noche de bodas, antes incluso de haber consumado el matrimonio, por acción de un demonio maligno, Asmodeo. Llega Tobías y el ángel le aconseja que pida a Sara en matrimonio. En virtud de la ley de Moisés, él es el único, en virtud de los vínculos de parentesco, al que normalmente puede conceder Ragüel a su hija única. Por honestidad, Ragüel le - --dice lo que ha pasado en los precedentes matrimonios... Pero Tobías pide una respuesta rápida, antes de la noche. Ragüel concluye el contrato de matrimonio y, durante la fiesta, manda cavar una tumba a sus criados por si hiciera falta... Conducen a Tobías y a Sara a la cámara nupcial. Les dejan. Siguiendo los consejos del ángel Rafael, Tobías invita a Sara a que se levante y ore con el. Se vuelven a acostar y ¡todo sale bien durante el resto de la noche de bodas! Ragüel hace que vuelvan a tapar la tumba...
¿Por qué ha escapado Tobías de la muerte? Juan Pablo II muestra que toda la explicación está contenida en la oración que hacen Tobías y Sara. Como en el Cantar de los cantares, esta oración forma parte de las lecturas propuestas para la celebración de las misas de matrimonio. Hela aquí:
“Bendito seas, Dios de nuestros padres, y bendito sea tu Nombre por todos los siglos de los siglos! Bendígante los cielos y tu creación entera, por los siglos todos. Tú creaste a Adán, y para él creaste a Eva, su mujer, para sostén y ayuda, y para que de ambos proviniera la raza de los hombres. Tú mismo dijiste: No es bueno que el hombre se halle solo; hagámosle una ayuda semejante a él. Yo no tomo a esta mi hermana con deseo impuro, mas con recta intención. Ten piedad de mí y de ella y podamos llegar juntos a nuestra ancianidad. Y dijeron a coro: amén, amén` (Tb 8, 58).
Tobías y Sara invocan el principio y el proyecto de Dios sobre el hombre y la mujer. Recuerdan a Dios la intención que tenía cuando creó al hombre y a la mujer. Tobías quiere unirse a Sara para alabar a Dios y cumplir su vocación, no por concupiscencia. Mediante esta oración se insertas, por consiguiente, en la filiación del principio y, en virtud de ello, escapan de la muerte. Como recuerda Juan Pablo II, en el Cantar de los cantares se encuentran estas palabras de los esposos: "Te amo, mi amada, te amaré hasta mi muerte"; en la oración de Tobías aparece la manifestación de un amor que, establecido en la pureza del corazón, es fuerte como la muerte -porque está fundado en la pureza del corazón-, resiste a las potencias de la muerte. Esta oración nos introduce en lo que puede aportar la gracia del sacramento del matrimonio para combatir, en la intimidad misma del corazón del hombre y de la mujer, los efectos deletéreos del pecado. "La oración de Tobías (Tb 8, 5-8), dice el Papa, que es, ante todo, plegaria de alabanza y de acción de gracias, luego de súplica, coloca el 'lenguaje del cuerpo' en el terreno de los términos esenciales de la "Teología del cuerpo"[14].
Algunos consejos de S. Juan Crisóstomo sobre la elección de la mujer (y el marido)
¿Estás dispuesto a aceptar los defectos y pecados del otro?
"Por eso exhorto y aconsejo a los que van a tomar esposa que acudan al beato Pablo, que tengan un exacto conocimiento de las leyes sobre el matrimonio establecidas por él y, habiéndose enterado en primer lugar de qué ordena hacer cuando la mujer es mala y engañosa, dada a la vino, injuriosa, llena de insensatez o tiene por ventura cualquier otro defecto similar, que discurran en consecuencia acerca del matrimonio.
Si ves que Pablo te otorga libertad para repudiarla tras descubrir uno solo de esos defectos, y de meter en casa a otra, quédate tranquilo en la idea de que estás libre de todo peligro. Si no te lo permite, sino que ordena, salvo fornicación, resignarse con la que tiene todos los demás defectos y mantenerla en casa, hazte fuerte así, pensando que habrás de soportar todo tipo de maldades por parte de. tu mujer. Si esto es penoso einsoportable, haz todo lo posible y afánate por tomar una esposa honesta, bondadosa y dócil, sabiendo que es inevitable que obtengas una de las dos situaciones: si te casas con una mujer mala o soportas sus molestias o, si te es desagradable, te haces reo de adulterio al repudiarla. Porque dice: "El que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada comete adulterio
Si antes de la boda hemos recapacitado bien estas cosas y conocemos estas leyes, pondremos mucho cuidado en tomar una esposa que desde el principio armonice y cuadre con nuestras costumbres. Al tomar una semejante no cosechamos este fruto solamente, que nunca la repudiaremos, sino que incluso llegaremos a amarla con poderosa vehemencia y tan grande como Pablo ha ordenado. En efecto, después de decir. "Maridos, amad a vuestras mujeres", no se quedó aquí solamente, sino que también nos dio la medida del amor: "Como Cristo amó a la Iglesia." ¿Y cómo -dime- la amó Cristo? "Que se entregó a sí mismo por ella». Por tanto, aunque tengas que morir por la esposa, no titubearás. Porque si el Señor amó a su sierva tanto, hasta el punto de entregarse incluso por ella, con mucha más razón has de amar tú así a la que es sierva contigo (Juan Crisóstomo, Sobre el matrimonio único, Ciudad Nueva, pp. 102-103).
No te dejes engañar por la belleza exterior, busca la interior
"No la alabes a causa de su hermosura. Es propio de almas intemperantes tanto la alabanza como el odio al que me acabo de referir como el amor mismo. Busca la belleza del alma; imita al Esposo de la Iglesia.
La belleza física está llena de arrogancia y presunción; también arroja en brazos de los celos y, a menudo, te hace abrigar sospechas absurdas.
Pero ¿encierra placer? Hasta pasado el primer mes o el segundo o, a lo sumo, un año, el resto del tiempo ya no, sino que la costumbre apaga la admiración. Permanecen, sin embargo, los males que son consecuencia de la belleza: el orgullo, la presunción y la arrogancia.
En el caso de la que no es de tal manera no se da nada semejante. Pero el amor que empieza de forma conveniente permanece con fuerza porque nace de la belleza del alma y no del cuerpo.
Si sobreviene una enfermedad, inmediatamente echa todo a volar. En la mujer busquemos bondad, modestia, mesura. Éstos son signos de belleza. No busquemos, sin embargo, la belleza del cuerpo ni le hagamos reproches por cosas que no están en su poder; más bien, ni le hagamos reproche alguno (pues es de osados) ni sintamos disgusto ni nos irritemos.
¿Es que no veis cuántos que vivieron con bellas mujeres echaron su vida por tierra de forma lamentable? ¿Y cuántos con mujeres no muy hermosas llegaron, en medio de una gran dicha, a la extrema vejez? Limpiemos la suciedad interior, arranquemos las imperfecciones de dentro, hagamos desaparecer las manchas del alma. Tal es la belleza que Dios desea. Para Dios, no para nosotros, hemos de hacerla hermosa. No busquemos las riquezas ni la nobleza exterior, sino la nobleza del alma”[15].
Prejuicios engañosos:
"¡Casémonos; si después no funciona, existe el divorcio y cada cual vuelve a ser libre!"
Hoy día, a menudo, se presenta en los jóvenes un gravísimo error que, si penetra en su espíritu, les impide cualquier seria preparación al matrimonio. Este error, normalmente, se formula en su mente de esta manera: "no nos preocupemos más de lo debido; casémonos; si después no funciona, existe el divorcio y cada cual vuelve a ser libre". Ésta actitud es hoy muy difundida. Y es espantosamente dañina. Se trata de una de las más graves desgracias espirituales en las que pueda caer un joven. ¿Por qué? Por que sería más justo decir que quién no se prepara así al matrimoniopuede estar seguro que su (seudo-) matrimonio construido de tal guisa fracasará ciertamente. ¿Por cuáles razones? Por una:. porque los dos jamás deciden casarse, sino que deciden simplemente convivir haciendo uso el uno del otro. Es una suerte de contrato con el que se concede al otro eluso de su propia persona mientras que tal uso pueda procurar placer o bienestar psíquico. Nos encontramos frente a la actitud más anti-conyugal que exista... Por esta razón quien se prepara al matrimonió pensando que, en fin, "si después las cosas no funcionan, existe el divorcio", pone las bases y las premisas para un fracaso seguro.
Las "uniones libres"
Pero existe hoy también otro hecho que impide una seria preparación al matrimonio. Es el fenómeno de las llamadas "uniones libres". Los dos jóvenes deciden convivir como si fueran esposos, pero sin ningún acto público ni religioso, ni civil: se trata de un hecho que atañe exclusivamente a los dos.
En la raíz de este hecho, que sobre todo en las grandes ciudades se va difundiendo cada vez más, hay una experiencia de la propia libertad, del propio amor, que se ha corrompido completamente. Y esto puede verse desde dos puntos de vista.
El amor conyugal no es un hecho que concierne sólo a dos individuos. El amor conyugal es una experiencia en la cual la persona misma del hombre y de la mujer está plenamente implicada. Ahora bien, la persona no es un individuo aislado: es en la comunidad en que vive. Su amor no es solamente un asunto de ellos: es un evento en el cual se realiza también el bien de la comunidad.
Descubrimos así la verdadera raíz de este fenómeno de las uniones "libres": el individualismo. La libre convivencia es simplemente la suma de dos individuos. ¿Y qué es, en qué consiste el individualismo? Es aquel uso de la propia libertad en la cual el sujeto hace lo que le da la gana, estableciendo él mismo la verdad de lo que le gusta o se le antoja útil. No admite que alguien más quiera o exija algo de él en nombre de una exigencia objetiva. La estima hacia el matrimonio, y, por ende, la conciencia de la necesidad de prepararse seriamente, disminuye al instaurarse tales uniones libres.
El tiempo del noviazgo no es sólo preparación al Matrimonio, sino también a la Familia
Hemos hablado largo y tendido de la sublimidad de la vocación y de la misión de donar la vida a una nueva persona humana, a través de la generación y de la educación. Tal sublimidad nos advierte acercó de cómo los novios deben prepararse profundamente: engendrar y educar a una persona humana es la obra más grande que se pueda acometer. Es mucho más grande que construir la cúpula de S. Pedro. Ésta acabará como todas las cosas de este mundo. La persona humana no acabará nunca, porque ella no pertenece a este mundo. Pertenece a la eternidad de Dios.
¿Pero, cómo prepararse?
Saber qué significa casarse
Saber qué significa casarse. Es la base de todo. ¿Cuántos jóvenes hoy se casan, conociendo verdaderamente la grandeza, la dignidad, la belleza y consecuentemente la responsabilidad de la vida conyugal? La raíz de nuestra libertad está en el conocimiento de la verdad: el ignorante no es libre. ¿Qué clase de libertad, en el sentido más profundo del término, está presente en quien se casa, sin saber verdaderamente qué es el matrimonio? Luego se dice: "si lo hubiese sabido...". Es entonces que se hace necesario anteponer al matrimonio una verdadera, prolongada catequesis sobre el matrimonio. Es cierto, que por doquier en Italia (y en España) se hacen los cursillos prematrimoniales. La participación en éstos es necesaria, pero no es suficiente. La reflexión profunda` sobre el matrimonio exige tiempo y calma. La realidad del matrimonio es una realidad santa, es un sacramento. Sólo el Señor puede introducirnos en su comprensión. La primera preparación al matrimonio consiste en la oración, la plegaria alEspíritu para que haga penetrar en el corazón de los novios la Verdad del matrimonio cristiano.
Ya que la preparación al matrimonio atañe a los dos, es necesario que éste descubrimiento de la vocación matrimonial se haga conjuntamente. Los dos novios deben confrontar su idea de matrimonio. En las cuestiones esenciales tiene que haber un acuerdo si no es mejor dejarlo. ¿Cuáles cuestiones fundamentales? Las siguientes: la indisolubilidad del vínculo conyugal y por tanto la exclusión en todo caso del divorcio; el número de los hijos y su educación, sobre todo por lo que concierne a su educación religiosa. La manera de realizar la procreación responsable, excluyendo la contracepción. Como veis, es necesaria una profunda confianza entre los dos novios, fundada en un gran respeto mutuo.
Adquirir las cualidades (las virtudes) espirituales necesarias para vivir la vida conyugal
Adquirir las cualidades (las virtudes) espirituales necesarias para vivir la vida conyugal. No es suficiente con saber qué es el matrimonio; es necesario disponerse profundamente a vivirlo. Existen unas virtudes que son absolutamente necesarias para la vida de los esposos: el amor conyugal, la castidad, la humildad, por ejemplo.
Los dos novios deben darse cuenta de la necesidad de corregir muchos de sus defectos. Deben ayudarse mutuamente. La corrección recíproca es un acto de profundo amor.
Pero lo más importante es la educación al verdadero amor mutuo. Es el punto nuclear de todo verdadero noviazgo. Aprender a amarse es la más sublime de las ciencias. Es la ciencia de los santos. ¿Pero, cómo se aprende a amar? Dios se hizo hombre para decirnos que Él es amor y para enseñarnos qué significa amar.
"El no tuvo en consideración su ser Dios: se despojó de su gloria y la escondió en la humildad de nuestra carne. El no quiso complacerse a sí mismo: asumió nuestras miserias, hasta el fondo. ¡Qué humildad, qué respeto profundo para cada uno de nosotros! Es en la contemplación continua de este amor que los novios aprenderán qué significa amar... Escuchemos qué dice S. Agustín: "Tú oyes a Cristo que dice: "mi carga es ligera" ...Toma ésta carga; no te aplastará, te aliviará; será para ti unas alas que antes no tenías... Una de las alas es: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente" (Mt. 22,37)[16]. No te quedes, sin embargo, con una sola ala, porque, si te imaginas tener una sola, ni aun ésa tienes. La segunda ala es: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt. 22, 39). Porque si no amas al hermano al que ves, ¿cómo podrás amar a Dios, a quien no ves? Añade esta ala a la otra y así podrás volar" (S. Agustín, Sermo 68, 13).
Ciertamente el amor exige la renuncia al propio egoísmo: éste es el verdadero esfuerzo que tenemos que hacer.
Castidad y virginidad: la mejor preparación al matrimonio
El que habla de amor entre los novios, piensa también en el problema de las relaciones sexuales durante el noviazgo. Se trata de un punto muy importante.
La relación sexual entre un hombre y una mujer es un acto muy serio y muy grande: no es un juego. Esta lleva inscrita en sí misma un significado muy profundo. ¿Cuál? Esta dice donación completa de sí mismo: es el lenguaje del don de la propia persona y de la acogida de la donación que hace el otro. La donación completa es siempre también definitiva. El gesto sexual implica y confirma un vínculo indisoluble entre las dos personas, es decir el matrimonio. Ahí ésta el porqué, solo en el matrimonio, aquel gesto es verdaderamente humano: realizado por los novios es como una especie de mentira que se dicen recíprocamente.
Pero hay una razón todavía más profunda que solo la fe puede percibir. Dice S. .Pablo': "vosotros no os pertenecéis, habéis sido comprados...glorificad a Dios en vuestro cuerpo". ¿Esto qué significa? Nosotros no nos pertenecemos: la novia no se pertenece a sí misma; el novio no se pertenece a sí mismo: son del Señor. Ahora bien ¿se puede entregar lo que no se posee? El Señor hace entrega de la novia al novio precisamente en el matrimonio: el matrimonio es éste don hecho por Dios mismo. Antes es algo ilegítimo. Es como el querer unir lo que Dios todavía tiene dividido, así como después del matrimonio, querer separar lo que Dios ha unido. ¡Éste misterio - exclama S. Pablo - es grande!
Durante el noviazgo es necesario, pues, educarnos en este autodominio que está hecho de respeto hacia el otro.
Según vemos, la preparación al matrimonio es algo muy grande. Los novios tienen que ser ayudados, deben dejarse guiar. Es importante la ayuda de los propios padres que vivieron anteriormente el noviazgo, la ayuda de la propia comunidad viviendo más intensamente y juntos el Camino (Celebración de la Palabra, la Eucaristía, el Sacramento de la Penitencia, los pasos...), la ayuda y la guía de los catequistas y del Presbítero para poder discernir con paz y serenidad la voluntad de Dios.
Por esto el hombre abandona a su padre y a su madre y se une a su mujer (Génesis 2, 21-24)
Como Abraham fue llamado a dejar su tierra, el parentesco, para seguir la voz del Señor en vista al cumplimiento de la promesa, de modo análogo todo cristiano, pero sobre todo cada novio que se prepara al paso del matrimonio está llamado ha realizar esta separación del padre y de la madre.
Esta decisión y actitud no concierne sólo al hijo respecto a sus padres (romper el cordón umbilical con la madre), a su casa, sino también a los padres, especialmente a la madre respecto al hijo. Si no se da este corte, como bien sabemos, las dificultades del nuevo matrimonio y de la nueva familia serán muchas. El hijo se encontrará dividido entre el afecto hacia su madre y hacia su mujer, suscitando celos, incomprensiones. También aquí se realiza la palabra de Jesús: el que no odia a su padre y a su madre, hasta la propia vida, no puede ser mi discípulo.
APÉNDICE
La homosexualidad según el Magisterio
En primer lugar, hay que decir que la Iglesia rechaza "etiquetar" de manera seductiva a la persona exclusivamente a partir de su orientación sexual: antes de ser "heterosexual", todo hombre es creatura y, por gracia, hijo de Dios y heredero de la vida eterna. Lo cual confiere a todos una gran dignidad ante Dios y ante el prójimo.
Pero, la Iglesia es también consciente que, en profundidad, cada persona está marcada por aquella debilidad que es consecuencia del pecado original y que puede desembocar en la pérdida del sentido de Dios y del hombre y tener repercusiones en la esfera de la sexualidad.
Por lo que concierne a la homosexualidad, el Magisterio invita a distinguir la tendencia homosexual de los actos y del comportamiento homosexual, aclarando que la tendencia en sí no es pecado y requiere por parte de los pastores y de los formadores un acompañamiento prudente y sabio. La inclinación homosexual va considerada más bien como una tendencia objetivamente desordenada. Tal elemento de desorden puede depender de circunstancias que reducen enormemente la conciencia del individuo, pero también de elecciones equivocadas que pueden acrecentarla.
La Iglesia, al fin, precisamente en nombre de su atención al hombre, rechaza leer la tendencia homosexual como si fuera el resultado de una elección no deliberada, como si la persona no tuviera alternativas, subrayando que también en las personas con tendencia homosexual debe ser reconocida aquellalibertad fundamental que caracteriza a la persona humana y le confiere su particular dignidad[17].
Podríamos sintetizarla actitud de la Iglesia Católica en estos términos: por un lado el respeto y la atención a la persona que experimenta la tendencia y la pulsión homosexual, por otro la desaprobación del comportamiento y de los actos homosexuales.
Los PACS en Italia[18]
Desde hace alrededor de un año se discuten en distintas sedes institucionales unas propuestas de ley para introducir también en Italia el instituto del PACS (Pacto Civil de Solidaridad) sobre el ejemplo de la análoga disposición introducida en Francia, definida por la Conferencia Episcopal Francesa en 1998 "una ley inútil y dañina". Se trata de contratos para regular las relaciones de convivencia hetero y homosexuales, también esporádicas, -para hacer posible que se acerquen o sustituyan el matrimonio bajo el perfil de la tutela jurídica.
En particular, el Pacto Civil de Solidaridad haría posible que a las convivencias reguladas por este tipo de contrato se le reconozcan algunos de los derechos típicos del matrimonio (derechos de sucesión, comunión de bienes, asistencia sanitaria, poderes de petición de interdicción, poderes decisorios en caso de enfermedad, exenciones y facilidades relativas al servicio militar...) con una extrema facilidad en la disolución del pacto.
La propuesta de Ley
Aunque durante años, quizá por decenios, la cultura laicista italiana haya criticado al matrimonio con el eslogan "no hay necesidad de un de papel para quererse", ahora los activistas gays consideran como una discriminación el hecho de que un hombre y una mujer se puedan casar, mientras que las uniones homosexuales no gozan de ninguna forma de "tutela y garantía". Siguiendo una estrategia ilustrada en el "manual" After the ball, los protagonistas de estos proyectos de ley declaran que no quieren atacar la institución matrimonial, sino combatir una injusticia: "nosotros no estamos combatiendo para erradicar la Familia: estamos combatiendo por el derecho a ser Familia" (Kirk y Madsen, p. 380).
Para confirmar este ideal desinteresado, afirman que el PACS no aventajaría solamente a los homosexuales, sino también a parejas de hecho, amigos o personas que, "trabajando duro para llegar a fin de mes", podrían sostenerse mutuamente desde el punto de vista económico.
En particular, el Pacto Civil de Solidaridad permitiría que a las convivencias reguladas por este tipo de contrato se les reconozcan algunos de los derechos típicos del matrimonio (derechos de sucesión, comunión de bienes, asistencia sanitaria, poderes de petición de interdicción, poderes decisorios en caso de enfermedad, exenciones y facilidades relativas al servicio militar...) con una extrema facilidad en la disolución del pacto.
Motivaciones pretensiosas
Las motivaciones aducidas para la Introducción de los PACS en Italia aparecen decididamente pretensiosas: en Italia, en efecto están ya presentes distintas leyes que regulan adecuadamente las parejas de hecho, por ejemplo todo el conjunto de las normas del derecho privado; la ley 6/2004 para la asistencia hospitalaria; la posible constitución de pólizas aseguradoras o escrituras privadas de un notario para las cuestiones económicas y hereditarias.
La verdadera finalidad de la propuesta de ley
La finalidad a la que miran los promotores de estas propuestas de ley no consiste en un simple querer asegurar "una cualquier mínima forma de tutela necesaria tendente a salvaguardar a los interesados de posibles efectos existenciales catastróficos de eventos imprevistos", sino que implica una filosofía de vida que produce en un primer momento una normalización de la homosexualidad, y después un reconocimiento social a la relación homosexual, que a su vez comporta en un futuro más o menos cercano, el "matrimonio" para los homosexuales, y hasta la adopción.
Según encontramos escrito en el volumen Il movimiento gay in Italia, "el punto verdadero es que las uniones civiles son un objetivo simbólico formidable. Representan en efecto la legitimación de la identidad gay y lésbica a través de una batalla de libertades como las emprendidas por el divorcio o el aborto, que dispone de argumentos simples y convincentes: primero entre todos la proclamación de un modelo normativo de homosexualidad resuelto y alentador. Con la tarta en el horno y las cortinas en las ventanas, según lo ha definido una voz maligna. El mensaje es más o menos el siguiente: los gays no son individuos solos, mezquinos y neuróticos, sino personas espléndidas, de fiar y equilibradas, tan responsables hasta el punto de desear formar una familia. Con este look "afectivo" no exento de riesgos de respetabilidad se apela a los sentimientos más profundos de la nación y se ve al alcancé de la mano la meta de la normalidad" (Rossi Birilli, p. 212)
La voz del Magisterio:
La Congregación para la Doctrina de la Fe el 3 de Junio de 2003 promulgó un documento titulado Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales. En este documento se declara expresamente que "la Iglesia enseña que el respeto hacia las personas homosexuales no puede llevar de ningún modo a la aprobación del comportamiento homosexual o al reconocimiento legal de las uniones homosexuales. El bien común exige que las leyes reconozcan, favorezcan y protejan la unión matrimonial como base de la familia, célula primaria de la sociedad. Reconocer legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio significaría no solo aprobar un comportamiento desviador, con la consecuencia de convertirlo en modelo en la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad".
Cuerpo, alma, espíritu: los tres componentes de la persona humana, interactúan el uno sobre el otro
Hoy día lamentablemente ya no se habla de alma, del elemento espiritual de nuestro ser personal, ha sido sustituida por la psique: un componente psíquico que es sede del conocimiento, de la voluntad, de los sentimientos. Ya no se habla de director espiritual, ya no se recurre a la confesión, la interioridad de la persona está como perdida, olvidada; empero, se recurre al psicólogo, o al psicoanalista, como si en nosotros hubiese desaparecido toda forma de trascendencia, que a lo mejor por ese poco que queda recurre a la magia, a la astrología, a la hechicería, etc.
Para nosotros los cristianos, es importante tener presentes las tres dimensiones de nuestra personalidad, que Pablo llama "espíritu - alma - cuerpo" para poder comprender nosotros mismos lo que nos pasa, a la luz de la Revelación.
Es en nuestro espíritu, al que la Biblia llama también "corazón", la parte más íntima de nosotros mismos, la parte más secreta donde sólo el Padre ve[19], o el santuario de la conciencia donde escuchamos la voz de Dios[20] donde el Espíritu Santo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (Rom. 8, 15-16), donde se decide nuestra vida: se da la verdadera y decisiva batalla: el pecado que habitaba en nuestro corazón (por el pecado. original) se nos quita por el Bautismo, aunque queda en nosotros el fomes peccati, la inclinación a pecar, la concupiscencia[21].
Pero es allí también donde, recibido mediante la Fe y el Bautismo, el Espíritu Santo es principio interior de vida nueva que Dios da... Éste Espíritu, que es el Espíritu de Cristo, hace al cristiano hijo de Dios y hace habitar a Cristo en su corazón. Sustituyéndose al principio malo de la carne, el Espíritu llega a ser en el hombre un principio de fe, de conocimiento sobrenatural, de amor, de santificación, de conducta moral, de intrepidez apostólica, de esperanza y de oración. Uniéndonos a Cristo, Él hace la unidad de su cuerpo[22].
Esta verdad: el Espíritu Santo que habita en nosotros, es el fundamento sobre el que el Papa Juan Pablo II fundamenta la vida moral, también sexual y matrimonial. El Espíritu Santo hace posible lo que sería imposible a nuestras solas fuerzas[23].
La vida nueva, la vida divina en nosotros, en la medida que crece en nosotros, se fortifica siempre en un diálogo de amor entre Dios y nuestro yo, en un intercambio de dones por parte de Dios y de libre respuesta por parte nuestra, influye en las facultades psíquicas de nuestra alma: la inteligencia es iluminada, la voluntad y el corazón son alimentados por el amor a Dios y al prójimo. Y nuestro mismo cuerpo saca beneficio cuando nuestro espíritu y nuestra alma están en paz, viven abandonados a Dios. En algunos santos esta paz interior, provocada por la amistad con Dios, traslucía también de sus rostros. Por eso a los Santos, tradicionalmente, se les pinta con una luz que los envuelve, que emana del espíritu y se transparenta en su cuerpo[24].
En particular el sufrimiento físico (accidentes, enfermedades, vejez, soledad...) se convierte en un banco de prueba para el espíritu: en tales situaciones, en efecto, nuestro espíritu más profundo puede rebelarse contra Dios, blasfemando o rebelándose, o encerrándose en un victimismo (complejo de víctima), llorando constantemente sobre sí como si hubiera sido tratado injustamente por Dios o por los demás, o, si la fe es firme, el Espíritu Santo inhabita en nuestro corazón, sabiendo que "todo concurre al bien de los que aman a Dios" (Roza. 8, 28), puede acoger el sufrimiento sometiéndose voluntariamente a la mano de Dios, confiando que también este sufrimiento servirá para su propio bien y el de la Iglesia, para expiar sus propios pecados, uniéndose a los sufrimientos de Cristo para la redención del mundo, convirtiéndose así en ocasión de mayor cercanía e intimidad con el Señor. Por eso Pablo, hablando de sus tribulaciones afirma: "mientras que nuestro hombre exterior se va deshaciendo, el hombre interior se fortifica y crece en el amor de Dios”[25].
Por esta interacción entre cuerpo, alma y espíritu se comprende cómo la fornicación, las relaciones prematrimoniales o las uniones libres sean engañosas, porque influyen profundamente en nuestra psique y en nuestro espíritu. No es cierto, como constantemente predican l s medios de comunicación, que podemos usar de nuestro cuerpo, de nuestra sexualidad como si estuvieran separados de nuestro yo, con el que podemos jugar: en realidad, comodice S. Pablo, quien asume estos comportamientos "peca contra su propio cuerpo[26]; es decir, va contra sí mismo, contra el verdadero bien de la propia persona.
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[1] CEC. 2335: "Cada uno de los sexos es, con una dignidad igual, aunque de manera distinta, imagen del poder y de la teman de Dios. La unión del hombre y de la mujer en el matrimonio es una manera de imitar en la carne la generosidad y la fecundidad del creador. "El hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne" (Gn 2, 24). De esta unión proceden todas las generaciones humanas (cf Gn 4, 1-2.25.26; 5, 1)."
[2] CEC. 2351: "La lujuria es un deseo o un goce desordenados del placer venéreo. El placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado por sí mismo, separado de las finalidades de procreación y de unión."
[3] CEC. 2362: "Los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son honestos y dignos, y, realizados de modo verdaderamente humano, significan y fomentan la recíproca donación, con la que se enriquecen mutuamente con alegría y gratitud" (GS 49, 2). La sexualidad es fuente de alegría y de agrado:
El Creador... estableció que en esta función (de generación) los esposos experimentasen un placer y una satisfacción del cuerpo y del espíritu. Por tanto, los espesos no hacen nada malo procurando este placer y gozando de él. Aceptan lo que el Creador les ha de .:ando. Si.. les esposos deben saber mantenerse en los límites de una justa moderación (Pío XII, discurso 29 octubre 1951).
[4] 79 Son muchos los textos de los Padres sobre este argumento. Cito solamente a dos: uno de S. Juan Crisóstomo: "La mujer que quiere practicar la continencia contra la voluntad del marido no solo le priva de los premios que corresponden a la continencia, sino que se hace también responsable de su fornicación, y es acusada aún más que él. ¿Y por qué? Por que, privándole de la unión legítima, lo empuja al precipicio de la lujuria" (Gregorio de Nisa/Juan Crisóstomo, La virginidad, Ciudad Nueva, p. 235) Otro texto atribuido al Pseudo-Jerónimo: "He oído decir, y he visto con mis propios ojos naufragar a muchos matrimonios por haber ignorado que con la práctica de la castidad se ha dado ocasión al adulterio; en efecto, mientras que uno se abstiene de la relación legitima, el otro es empujado a unas relaciones ilícitas. Y no sé, en tal caso, a quién acusar más gravemente, y quién es mayormente culpable, si el marido que, rechazado por la mujer, comete fornicación, o la mujer que, rechazando al marido, en un cierto sentido le ha constreñido a fornicar. El sentido de la actitud de Pablo, respecto a este problema es éste: Que la castidad sea practicada con la ponderada decisión de ambos cónyuges o que de otra manera por parte de ambos se absuelva el común débito conyugal". (Carta a Celancia, del Pseudo-Jerónimo; Cf. tb. S. Agustín en Carta a Ecdicia: NBA M, pp.906-919).
[5] CCC 2367: Llamados a dar la vida, los esposos participan del poder creador y de la paternidad de Dios (cf. Ef 3, 14; Mt 23, 9). "En el deber de transmitir la vida humana y educarla, que han de considerar su misión propia, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y en cierta manera sus intérpretes, ellos. Por ello cumplirán su tarea con responsabilidad humana y cristiana" (GS 50,2).
[6] Yves Semen, Op. Cit., pp. 115.
[7] Sacado de S. Juan Crisóstomo, L'unità delle Nozze, Ed. Cittá nuova, 1984, pp. 93ss. Con un lenguaje moderno y existencial S. Juan Crisóstomo, gran Catequeta del Catecumenado, habla con gran agudeza de los varios aspectos del matrimonio. La lectura de sus escritos puede ayudar a muchas parejas. Poco después el texto sigue así:
"Aunque tu mujer haya pecado innumerables veces contra ti, perdónala y condónale todo. Aunque te hayas casado con una que tenga un carácter difícil, transformándola, dirígela hacia la bondad y la mansedumbre, como hizo Cristo con la Iglesia. En efecto, no solo limpió su impureza, sino que ha hecho desaparecer la vejez despojando al hombre viejo que estaba enteramente formado por el pecado.
Haciendo además alusión a esto, el mismo Pablo añadía: 'Para presentársela resplandeciente, la Iglesia, a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga' Él no solo la hizo bella, sino también joven, no según la naturaleza del cuerpo, sino según la disposición de la voluntad. Y no solo esto es digno de admiración esto: Es decir, habiéndola tomado deforme, fea, torpe y vieja se entregó a sí mismo a la muerte, y así la ha transformado en una belleza irresistible. Y también después de esto, aun viéndola sucia, manchada, no la echa, ni se separa de ella, sino que se queda para curarla y para reformarla Ahora bien, ¿cuántos - dime - después de haber abrazado su fe, han pecado? ¡Tampoco en este caso tuvo ninguna repugnancia hacia ellos!
[8] "Será suficiente recordar que tampoco el matrimonio se escapa de la lógica de la Cruz de Cristo, que sí exige esfuerzo y sacrificio y comporta también dolor y sufrimiento, pero no impide, en !a aceptación de la voluntad de Dios, una plena y auténtica realización personal, en la paz y serenidad del espíritu" (Discurso del Papa Juan Pablo II a la Sacra Roan, Poma 2001).
[9] Sexualidad humana: verdad y significado, Ed. Palabra, Madrid 1995.
[10] Los textos citados arriba sobre este tema están sacados de: hayas. Carlo Caffarra, La preparazione al matrimonio, www.clerus.org
[11] Ésta parte de la Catequesis está sacada de: Mons. Carlo Caffarra, La vocazione coniugale, www.clerus.org/morale
[12] El Catecismo de la Iglesia Católica titula el Capítulo tercero sobre los Sacramentos del Orden y del Matrimonio: los sacramentos al servicio de la comunión y de la misión (La traducción española pone: los sacramentos al servicio de la comunidad).
[13] "Cuando estás a punto de casarte, no recurras a los hombres, ni a mujeres que sacan provechos... ¡refúgiate en Dios! Él no se avergüenza de ser el mediador de tu matrimonio. El mismo, más bien, lo ha prometido, diciendo: “Buscad primero el Reino de Dios y todas estas cosas se es darán por añadidura” (Mt 6, 33). Juan Crisóstomo, L’unità delle Nozze,Città nuova, 1984, pp. 114.
[14] Yves Semen, OP. cit., pp. 123-125.
[15] S. Juan Crisóstomo, Sobre la Vanagloria. La educación de los hijos y el matrimonio. Ed. Ciudad Nueva 1997, pp. 85-123. Óptimo texto para novios y parejas
[16] El amor a Dios con todo el corazón, permite amar al otro (novio-novia, esposo-esposa) con un amor no idolátrico. Quien no ama a Dios con todo el corazón tiende a hacer de su propio cónyuge un dios según nos transmiten constantemente las películas de la televisión que hablan de amor fatal, amor total, que, empero, antes o después no se sustentan, y se tornan delusivos, se transforman en frustración y tal vez en odio, porque un amor idolátrico hacia e! otra no está fundado en la verdad, que antes o después, se impone.
[17] Según describe el librito Objetivo Chaire, Per capire !a omosessualità (En castellano, Para comprender la homosexualidad), en realidad los que sufren la homosexualidad son una exigua minoría, la mayoría de los homosexuales llegan a ser tales o por el ambiente o por la moda, y si ellos así lo quieren pueden salir de ella.
[18] Ibidem pp. 61-61.
[19] "Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto te recompensará" (Mt. 6, 6).
[20] "La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella." (CEC. 1776).
[21] No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida como las debilidades de carácter, etc., así como una inclinación al pecado que la Tradición llama concupiscencia, o "fomes peccati": "La concupiscencia, dejada para el combate, no puede dañar a los que no la consienten y la resisten con coraje por la gracia de Jesucristo. Antes bien `el que legítimamente luchare, será coronado' (2 Tm 2, 5)". (CEC. 1264)
[22] "Y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado." (Rom 5, 5).
[23] ¿Y de qué hombre se habla? ¿Del hombre dominado por la concupiscencia, o del redimido por Cristo? Porque se trata de esto: de la realidad de la redención de Cristo. ¡Cristo nos ha redimido! Esto significa que Él nos ha dado la posibilidad de realizar toda la verdad de nuestro ser, ha liberado nuestra libertad del dominio de la concupiscencia. Y si él hombre redimido todavía peca, esto no se debe a la imperfección del acto redentor de Cristo, sino a la voluntad del hombre de substraerse a la gracia que brota de ese acto.
El mandamiento de Dios ciertamente está proporcionado a las capacidades del hombre. pero a las capacidades dei hombre a quien se ha dado el Espíritu Santo; el hombre que, aunque caído en el pecado, puede obtener siempre el perdón y gozar de la presencia del Espíritu." (Veritatis Splendor 103).
[24] Cito un solo un ejemplo. De S. Domingo, el 8 de Agosto, el Breviario dice: "Y, como es norma constante que un corazón alegre se refleja en la faz, su porte exterior, siempre gozoso y afable, revelaba la placidez y armonía de su espíritu."
[25] Por eso no desfallecernos. Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día. En efecto, la leve tribulación en un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna, a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras mas las invisibles son eternas". (2 Cor 4,16ss)
[26] Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo" (1 Cor 6, 18b).
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