jueves, 12 de abril de 2012
Un conocido sacerdote de Zaragoza, que quiere mantener el
anonimato, ha redactado para la publicación de la Hoja Diocesana (Iglesia en
Zaragoza, núm. 1.621), un interesante artículo sobre las enfermedades
litúrgicas más comunes.
Sería muy bueno que durante este tiempo de Pascua,
intentáramos en nuestras parroquias y comunidades vacunarnos contra ellas…
Durante mi ministerio sacerdotal he apreciado, en las diferentes comunidades a
las que he servido, diferentes patologías durante las celebraciones litúrgicas
que se agudizan en mayor o menor medida dependiendo de las circunstancias y de
las cuales paso a describir sus síntomas:
LA AFASIA LITÚRGICA:
Es la primera de ellas. Es un súbito
bloqueo que observamos de las personas que entran por la puerta del templo y
que bloquea totalmente los órganos vocales durante los cantos y las respuestas
al final de las oraciones e incluso a la hora de contestar “amén” al recibir la
comunión. Es un mal que ataca más a los hombres que a las mujeres. Es
totalmente virulento en la celebración de las bodas y bautizos, ya que suele
paralizar totalmente los mecanismos de la fonación. Suele curarse en seguida,
en el momento que se toma un café o una cerveza en el bar de la esquina más
cercana a la iglesia.
LA DELANTERO-FOBIA:
Es la segunda enfermedad que aprecio
muchas veces en los feligreses. Se produce nada más entrar por la puerta del
atrio, los síntomas no tardan en aparecer: temblores en las piernas y un miedo
irremediable a ponerse en los primeros bancos de la iglesia. Otra acepción de
esta enfermedad es “humildad litúrgica”, el que padece este mal suele tener un
ataque apenas entra por la puerta. Es un mal muy útil para casos de incendio o
evacuación precipitada del local. Sirve también para no sentirse aludidos con
los reproches de Jesús en el evangelio a los fariseos soberbios acusados de
ocupar los primeros bancos.
LA DOBLE CORRIENTE AURICULAR:
Esta enfermedad todavía es más
grave. Es un mal que se debe a la apertura de ambos conductos auriculares, que
permite que el sonido que entra por uno, salga libremente por el opuesto, sin
pasar por el cerebro ni el corazón. En sus orígenes fue descubierta por un
antiguo párroco de Santa Engracia llamado Don Mariano Carilla, que subía al
púlpito, sin notar que estaban abiertos los recién inaugurados micrófonos:
“Predica, predica, Mariano, que para el caso que te hacen…” Los síntomas de
esta enfermedad se vuelven agudos cuando se dan avisos, recomendaciones, o se
convoca a algún acto a celebrar.
SÍNDROME HOMILÉTICO:
Es un estado de semi-trance (no
producido por el incienso, como algunos creían) que se resuelve, en algún caso,
en cabezadas o hasta ronquidos. El paciente tiende a perder contacto con la
realidad y a menudo padece una defectuosa percepción del paso del tiempo. Se
manifiesta sólo cuando el sacerdote comienza a predicar la homilía. Los
estudiosos del tema nos comunican, que incluso hay personas que en ese momento
les da por comenzar a rezar el Rosario. En casos agudos se puede caer hasta en
la total inconsciencia, que sólo desaparece cuando los demás, se ponen en pie
tras la homilía y comienzan a rezar el credo.
Iglesia en Zaragoza. Núm. 1.621-8 de abril 2012
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