Con mucha frecuencia se habla de distintos grupos que existen hoy dentro de Iglesia como ‘sectas’, entendiendo por este término cosas distintas, pero todas ellas casi siempre peyorativas. Normalmente se hace referencia a realidades eclesiales surgidas en la última mitad del siglo pasado, que suelen tener muchos miembros y ser bastante activas y proselitistas como, por ejemplo, el Camino Neocatecumenal — los ‘kikos’ como se llama a sus miembros en referencia a su fundador Kiko Argüello—, o el Opus Dei. Incluso, a veces, se llega a hablar de la misma Iglesia como una secta. Deseo con este breve escrito, como teólogo pero también como psicólogo, ofrecer una serie de consideraciones que me parecen importantes para aclarar este tema que tantas dificultades crea dentro y fuera de la Iglesia y para ayudar también a aquellas personas que tienen dudas sobre este asunto.
Lo primero es precisar lo que se entiende por ‘secta’, para después ver si se puede aplicar este concepto a las realidades eclesiales que se suelen indicar como tales. Al final ofreceré algunos consejos para evitar ser presa inocente de sectas destructivas, tanto las que se autocalifican como católicas, como las que no y para saber qué hacer si uno ya está metido en una de ellas.
Simplificando mucho, se puede definir lo que es una secta utilizando dos tipos de criterios: uno de ellos hace referencia al concepto de ‘verdad’, el otro a aspectos psicológicos y sociológicos. El criterio de ’verdad’ es el que anteriormente más se utilizaba. Según este criterio, una secta es un grupo de personas que comparten unas creencias erróneas, es decir, una ideología falsa, destructiva o no. Este es el sentido originario del término ‘secta’, ligado al término ‘herejía’. Este criterio puede ser útilmente aplicado por los creyentes: una secta es un grupo que tiene ideas religiosas falsas, no católicas ni acordes con el Magisterio de la Iglesia y que no reconoce la autoridad del obispo. Sin embargo, este criterio de ‘verdad’ no es útil en nuestro contexto social más amplio que es relativista, donde no hay una verdad o ideología que todos comparten, que permita delimitar lo que es acorde con ella y lo que no. De ahí, que debamos utilizar el segundo tipo de criterio que se refiere a características y técnicas psicológicas. Según este criterio, una secta es un grupo de personas en el que se utilizan técnicas de manipulación y control mental sin que los adeptos sean conscientes de ello ni hayan dado su consentimiento explícito o implícito.
Para aclarar esto más y para ver si este concepto es aplicable a algunas realidades de la Iglesia Católica, indicaré algunas de las técnicas de manipulación y de control mental más conocidas. Quien quiera profundizar más en este tema puede consultar la amplia biografía, tanto científica como divulgativa, que existe (es.wikipedia). Técnicas de manipulación y control mental que se utilizan en las sectas
· Hablar en nombre de Dios, arrogándose un poder absoluto y una autoridad incuestionable: “yo soy un instrumento, es Dios mismo que te está hablando por medio mío...”.
· Aislar a la persona del mundo exterior: familia, amigos, etc. Se suele ir creando una distancia, por lo menos psicológica, entre la persona y su familia, sus amigos e incluso el mundo exterior a la secta. Se suele decir a las persona: “ahora tus verdaderos amigos y tu familia somos nosotros”; en el caso de la celebración de un retiro o encuentro suele tener lugar en un albergue o lugar apartado y se dicen cosas como: “no debes llamar a nadie, ni hablar con nadie de fuera, ni contarle a nadie lo que haces”. Muchas veces esto se refuerza con una mentalidad maniquea según la cual lo bueno es lo relacionado con la secta y todo lo de fuera es malo.
· Secretismo: Se obliga a la persona, a veces con votos y amenazas, a no decir nada a nadie externo a la secta o que aún no haya pasado por esa iniciación: “lo que se dice aquí no puede salir fuera”...
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clinicaser.info |
· Técnicas de dinámica de grupo y utilización de la presión psicológica de un grupo pequeño; los grupos tienen mucha fuerza psicológica sobre el individuo y el hablar de la propia vida en pequeños grupos es un arma psicológica muy potente, sobre todo si el grupo está pilotado por ‘infiltrados’. Por eso la terapia de grupo es tan eficaz para la modificación de la conducta.
· Chantaje emocional, manipulando la amistad y el cariño: Por ejemplo, al hacer de la persona objeto un ‘elegido’ y colmarlo de parabienes siempre que esté de acuerdo en todo, y por el contrario asestarle una dura represalia verbal o psicológica cuando esa persona tiende a pensar por sí misma o hace alguna anotación a lo que se le está diciendo. Al final acaba teniendo miedo de sentirse rechazado y de dejar de recibir todos esos halagos y sucumbe por completo. De ahí que las personas que están en un momento de crisis afectiva se vean movidas hacía un lugar donde se sienten respetadas, consideradas y cuidadas, aunque esto sea falsamente. El cerebro tiene mecanismos para aceptar sólo lo que quiere recibir y obviar lo demás, hasta que es demasiado tarde.
· Agotamiento físico y psicológico, a través de sesiones periódicas e intensivas con repetición continuada del mismo mensaje. Se debilita así el pensamiento racional y crítico y la persona llega a confundir lo consciente con lo inconsciente, muchas veces quedándose medio dormido en las charlas. Se suelen usar cánticos, mantras, recitación de consignas o memorización de frases, etc. Muchas veces se une a esto la privación de sueño. Se suele ‘bombardear’ con mensajes, convenciendo por repetición más que por argumentación, en sesiones intensivas y sin el adecuado descanso entre ellas. Todo esto hace que nuestra racionalidad vaya cediendo por cansancio y terminemos tragándonos todo lo que nos dicen y perdiendo el contacto con el mundo real. Los mensajes que se dan suelen centrarse en las bondades de la secta, en los peligros de estar fuera de ella; se desprestigia a los que la critican o que se comportan de manera no acorde a los principios de la secta.
· Uso de drogas y de dietas escasas en proteínas: que debilitan la voluntad.
· Culto a la personalidad de los fundadores o dirigentes a los que se considera semi-divinos y maestros indiscutibles...
· Organización y celebración de fiestas de acogida y atención esmerada a los que llegan por primera vez o que aún están en fase de acogida. Esto aumenta la confianza y el placer de formar parte del grupo y al mismo tiempo hace dependiente al ‘captado’ de ese afecto y acogida.
· Espionaje mutuo entre los miembros, que se disfraza a veces de forma positiva como “corrección fraterna”, pero que en el fondo es un instrumento para fidelizar a los adeptos a la secta y sus principios.
· Elección de personas débiles psicológicamente, dependientes y/o que están pasando por un momento de depresión o desorientación. Se aprovecha así la debilidad de la persona, su soledad, su necesidad de dar sentido a su vida y sentirse aceptado, de sentir que hace algo importante....
· Poner todo bajo un aura de magia, autoridad y misterio.
Aspectos destructivos, éticos y eclesiales de estas técnicas y de las sectas
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Suicidio en masa Jonestown 1978 |
Estas técnicas afectan el libre albedrío, la libertad de las personas y su capacidad racional y crítica; las hacen más vulnerables a la manipulación cognitiva y emocional y con el tiempo llevan a un cambio de personalidad, de creencias, de sentimientos y de conductas. En cuanto técnicas psicológicas, son en principio éticamente neutras, no son ni buenas ni malas de por sí; su valoración depende de la finalidad con la que se utilicen y del consentimiento libre que dé la persona sobre la que se apliquen y los frutos que producen. De hecho, se utilizan cuando se requiere una modificación de conducta en terapia, por ejemplo, o cuando una persona quiera realizar cambios en su vida para vivir según unos principios y creencias que libremente ha asumido, o en el ámbito laboral en grandes empresas.
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Boda del ex arzobispo de Lusaka Emmanuel Milingo según el rito Moon |
Sin embargo, si se utilizan sin el conocimiento y consentimiento de la persona implicada, con la finalidad de manipularla, engañarla y hacerla dependiente, para lograr unos fines que esa persona no comparte ni conoce, llevándola a ejecutar una conductas que nunca hubiese realizado si plenamente libre, son inaceptables éticamente y destructivas. Es en estos casos cuando es plenamente legítimo hablar de ‘sectas’ en sentido peyorativo, y protegernos a nosotros y a nuestros seres queridos de caer entre sus mallas.
Por otro lado, también hay que señalar que al no poder utilizar un criterio de ‘verdad’ para definir lo que es ‘secta’, y tenernos que limitar a un criterio psicológico, nuestra definición se queda algo corta. Evidentemente, si junto con el utilizar técnicas de manipulación psicológica de forma inmoral, también añadimos que a través de ellas se persigue que la persona asuma una serie de creencias falsas y, por tanto, nocivas, nuestra definición sería más clara y útil. De todas formas, la definición de ‘secta’ utilizando sólo un criterio psicológico es suficiente para aclarar algunas cosas respecto al tema que nos concierne.
En relación a esto, creo que se puede afirmar que los grupos de la Iglesia católica no pueden, en principio, ser considerados sectas, con tal que cumplan unos requisitos que toda entidad católica tiene que cumplir. Esto no significa que en sujetos concretos, débiles psicológicamente, se puedan dar efectos parecidos a los que se originan en miembros de sectas destructivas. En estos casos hay que intervenir rápidamente. Los grupos de la Iglesia Católica no son sectas porque y en la medida en que:
· Se reconoce una autoridad externa al grupo — la del obispo en el nivel más bajo —, superior a la del líder carismático del grupo, al menos desde un punto de vista legal y de ortodoxia doctrinal. Si esto no tiene lugar, se trataría de una secta y es legítimo hablar de una Iglesia paralela.
· Las persona son plenamente libres para salir y entrar del grupo y seguir formando parte de la Iglesia Católica y siempre pueden apelar a una autoridad superior externa al grupo en caso de controversia doctrinal o moral.
· Se tiene un respeto máximo por la dignidad y la libertad de la persona y la aplicación de técnicas psicológicas se hace sólo con su conocimiento y consentimiento.
Todo esto que se acaba de decir implica una responsabilidad fundamental por parte del obispo y de las otras autoridades eclesiales. Por una parte, no deben ‘apagar el Espíritu’ como dice el apóstol Pablo, y acoger lo nuevo que surge en la Iglesia, pero por otra parte, deben saber discernir bien y quedarse con lo bueno, y no dar su reconocimiento a nada que sea dudoso de manipular a las personas y de no respetar su libertad.
“Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7, 16-20)
Un criterio fundamental, evangélico, aunque ‘a posteriori’, para discernir si un grupo es una secta o no, es el de los frutos que produce en las personas que forman parte de él. Si hace a la persona más libre y más capaz de relaciones gratificantes con todos, no sólo con los miembros de su grupo; si la hace más compasiva, más capaz de llevar adelante sus compromisos de estudio y trabajo y en el ámbito social, hay muy buenas razones para pensar que no se trata de una secta. Si, en cambio, la persona se cierra cada vez más en sí misma y se comunica cada vez menos con los demás (excepto con los miembros de la misma secta); si abandona sus compromisos familiares, laborales y sociales, si se hace más egoísta e incapaz de compartir, hay que pensar en una secta destructiva.
Cómo evitar que nosotros o nuestros hijos terminemos en sectas destructivas
- Conocer bien estas técnicas y no dejar que se le aplican a uno, y si uno lo permite porque cree que pueden ayudar en un momento dado, que sea con mucha precaución, sin perder el control racional, y quizás con una referencia externa, una persona de fuera equilibrada con la que se puede hablar, aunque digan que no se hable con nadie...
- No ir a encerronas de la que uno no ha sido informado muy bien en qué van a consistir: “no te puedo decir en qué consiste, pero fíate...”. (No tomar o comer en ella cosas de las que se dude).
- Ayuda psicológica seria cuando uno está atravesando una crisis vital, que es lo adecuado en estas circunstancias.
Síntomas de que uno está ‘enganchado’
- Pérdida de sinceridad en todas las relaciones: se distingue cuando uno está hablando con miembros de su secta que es donde es aparentemente sincero teniendo con frecuencia una actitud conspiratoria, y cuando se relaciona con los demás, donde sus relaciones (incluso las familiares, las de los amigos de toda la vida, etc.) tienen sólo la finalidad de ganar adeptos, muchas veces usando el engaño y la mentira...
- Ruptura o seria afectación de los lazos familiares: se desatienden los compromisos familiares que es el lugar verdadero y prioritario de la propia santificación.
- Ruptura con los amigos de toda la vida...
- Ruptura con la propia comunidad eclesial de origen: la parroquia, por ejemplo, que ya no se percibe como lugar donde vivir la fe y prestar el propio servicio, sino como un sitio donde ganar adeptos...
- Pérdida de contacto con la vida real: trabajo, compromisos cotidianos, etc.
- Posible pérdida de dinero
Qué hacer si uno ya está metido en una secta
- Volver a escuchar la propia conciencia y hacerle caso; ella es la verdadera voz de Dios en nosotros; oírla cuando nos dice que algo no está bien...
- Irse separando de esa realidad estableciendo amistades, relaciones y actividades externas; contacto con la vida real y los problemas cotidianos...
- Romper la barrera de secretismo y atreverse a hablar con alguien de confianza, contando todo lo que nos preocupa y en lo que estamos metidos con detalle: cuando uno habla de ello se distancia y se da cuenta de lo absurdo que es...
- Ayuda profesional, si necesario.
- Informar a la competente autoridad eclesiástica, si es una institución que se define católica.